domingo, 6 de julio de 2008

¿De qué sirve extrañar a alguien?

Le dije a un amigo, “Te extraño”. Me respondió, “No me extrañes. No sirve de mucho.”

Me lo dijo en un mensaje a mi celular. Si me lo hubiera dicho en una conversación cara a cara no hubiera sabido responderle. Mis ojos hubieran buscado el piso, mis manos los bolsillos de mis pantalones. Envidio las personas que en seguida pueden responder con algo ingenioso, penetrante y certero, respuesta tras respuesta, en un staccato de ideas y bon mots sostenido y divertido. Yo no soy así. Mi estilo es más bien un lento crescendo, mucha repetición y variaciones sutiles, subiendo poco a poco hasta llegar al clímax, a mi respuesta. Eso, obviamente, requiere de tiempo, y paciencia por parte de mi interlocutor, y también una virtud de mi parte. Me refiero al poder de mantener claramente en la memoria aquella afirmación a que responderé, como la que me hizo mi amigo. Es que, por la variedad de ideas que voy planteando y tejiendo y la lentitud con la que lo hago es muy fácil que me pierda, que vea una conexión con una cuestión aledaña y que el peso de la maraña de mis ideas vayan creciendo (crescendo) hacia otra cuestión. O sea, las ideas que forman la frase musical que es mi respuesta pueden relacionarse potencialmente con una infinidad de otras ideas. Las bifurcaciones que representan estas conexiones se extienden fractalmente hacia el infinito, de modo que, partiendo de una idea como “un mensaje a mi celular” o “ un staccato de ideas” podría llegar tarde o temprano a discutir los hábitos sexuales de Ghengis Khan, por ejemplo, o la fuerza gravitacional entre la luna y la Tierra. Por tanto, necesito que algo ancle estas divagaciones, que las haga vibrar o bailar alrededor de un centro, como hace Júpiter con sus lunas. La afirmación de mi amigo es ese centro. Con su peso, representado en mi memoria, proporciona un campo de atracción en el que mis ideas puedan formar una constelación. Es una especie de timón que impide que mis ideas vayan a la deriva.

Pero mi atención no se presta a una sola afirmación, aunque tampoco a la totalidad de todo lo que escucho y percibo. Más bien, el universo de mi conciencia se ilumina por la bóveda de mi memoria en la que he colocado diferentes estrellas, algunas solitas, algunas en proximidad con otras formando constelaciones. He orbitado por todas estas estrellas en algún momento u otro y he encontrado algo provechoso e importante en todas. No sé cuando podré volver a orbitarlas pero el deseo de hacerlo, el extrañarlas, me hace ver cada terreno nuevo como en alguna medida familiar. Si de repente toda luz en mi memoria se apagara . . .

3 comentarios:

CHOCOLATE dijo...

me duele la panza darin!!!

Darin McNabb dijo...

Ojalá no sea por algo que dije yo! No quiero que mis palabras sean de fácil digestión pero tampoco que causen estragos en el estomago. Ojalá tuviera un poema listo para que lo tomaras como miel.

CHOCOLATE dijo...

yo solo como buen interprete me deje dirigir por tu batuta y me resulto al final del concierto un malestar estomacal menos rudo que aquel "no me extrañes".
en fin, he vuelto a casa, y estoy listo, casi, para reibirte.
cuando y cuanto tiempo vienes?

me mandas un beso?