sábado, 3 de noviembre de 2007

En un viejo barrio de La Habana

Estoy ahora en un viejo barrio de La Habana, las calles desiertas. El sol caribeño la ha abandonado y su calor, que hace unas horas bañaba la ciudad, va lentamente de salida como la marea. Pero algo de magia pervive aquí. Entre los ruidos vespertinos comunes de la ciudad escucho de repente una lejana modulación en el aire, un ritmo que empieza a ordenar mis pasos y llevarlos. Me encuentro unos momentos después en un callejón y en unos pasos más frente a una puerta. Al abrirla se le agrega al indefinido ritmo de antes una panoplia de sonidos diferentes instrumentos musicales, todos bañados de una voz dulce y melancólica a la vez. Ahí está Omara Portuondo cantando como sólo ella puede. No hay nadie en el lugar y la música quién sabe de donde viene. La voz de Omara me lleva a una mesa. Hay una botella de ron encima de ella, pero antes de tomar un trago escucho las primeras cordas de "La Sitiera" y es cuando siento tu mano en mi hombro. Miro a mi lado y encuentro tus ojos, una enigmática sonrisa que dice todo lo que hay que decir. Salimos a la pista y ahí, rodeados por mesas desde hace mucho abandonadas, entramos al mundo que Omara teje con su voz, cuerpo a cuerpo, ojo a ojo, pisando las notas como si formaran la tierra de nuestra comunión diaria.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, me gusta la forma en que haces la narración de esta pequeña historia, creo que una de las virtudes que puede tener un escritor es hacer que quien lo lee, pueda ver lo mismo que tú.

Sigue escribiendo más historias que gustoso las leeré

Johny Sampieri