domingo, 4 de noviembre de 2007

Las Practicas de la Escritura

La mayor parte de lo que escribo aquí se plasma, en primera instancia, en una hoja de papel. Es una práctica que conservo de cuando empecé a escribir poesía. En aquel entonces no tenía computadora. Me sentaba en un sillón verde que encontré tirado a la basura de un vecino en Boston. Lo rescaté porque tenía descansabrazos de caso 30cm de ancho, ¡perfecto para escribir! Y ahí me sentaba con hojas blancas de papel y escribía conforme me inspiraban las musas. Aunque con el tiempo pasé toda mi poesía a la computadora, conservo esas hojas. Lo que más me gusta es ver todas las correcciones que hice, las tachaduras, lo que escribía en el margen, etc. Muestra la evolución del poema, los cambios, las distintas cosas en las que pensé al llegar al producto final. En una computadora es demasiado fácil borrar, entonces se pierde todo eso, se pierde digamos la historia geográfica de tu vida mental. Algún día me gustaría experimentar escribir con una pluma de esas antiguas y un tintero. Se me hace que la exactitud de pensameinto de Kant y la belleza de los aforismos de Schopenhauer tienen algo que ver, por lo menos, con el ritmo de parar de escribir, meter la pluma en el tintero, sacudirla para quitar el exceso y volver a escribir. La mecánica de escribir con pluma frena la verborrea y nos hace más cuidadosos quizá.

Escribo en un espacio bastante grande, mide 10 por 5 metros y tiene una boveda de ladrillo. Tiene una acustica ideal para cantos gregorianos o cosas por el estilo. Ahora estoy escuchando la primera serenata de Brahms. Esa pieza en particualr me pone meditativo sin distraerme. Mandé a hacer un escritorio de madera de 2 metros por 1. Lo hice al estilo Arts & Crafts, que me fascina. Sobre el escriorio hay una lampara, varios libros, lápices y bolígrafos, y un espacio amplio nada más para la hoja que es el objeto de mi concentración. Tomo un lápiz y le saco un punta bien fina. Luego golpeo la punta contra el escritorio para que se rompa un poco. La punta que queda es perfecta para escribir. Mi gato Vincent siempre pide que suba a acostarse en el rezago de mis piernas. Pasa un par de minutos dando vueltas y llorando para que le rasque pero luego se calma y se acuesta. Está ahí ahora dormidita. Siento la vibración de su ronrroneo en mis piernas. Entre eso, la música, y el silencioso reclamo de la hoja de papel llego, de alguna forma a veces mágica, a escribir algo.

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