jueves, 1 de noviembre de 2007

Viñetas I

La belleza de una palabra que sobrevive la destrucción del mundo sin nadie ahí que la hable o la escriba.

Encuentras una grabadora en la calle. Escuchas un mensaje que dice que lo voltees. Al otro lado, tallado con una navaja en el metal de la máqunia, lees un mensaje y te das cuenta que lo que dice ahí no pudo haberse grabado con la voz.

Mis palabras han perdido su sentido. Las veo subir como globos, dando vueltas en el espacio, inútiles. Descienden meses después en Japón. Un tipo las saca del aire con sus dedos y se las come, una por una. Empieza a escribir poesía, se vuelve famoso. Yo aquí, mudo, payaso de gestos y gemidos, interlocutor de perros y colibríes.

El hombre en el mercado vende naranjas. Vende también el jugo de estas naranjas. Y piñas, y el jugo de piñas. Es un hombre gordo, sentado en una banca, abanicándose con su sombrero. Viene una prostituta. Ella es vendedora también, pero se burla del gordo sentado en la banca. Ella está llena de jugo pero sólo vende la corteza.

La falsa propiedad de los árboles, parados erectos y aislados, mientras que debajo, como jovenes amantes en la mesa, sus raíces se mezclan.

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