domingo, 18 de noviembre de 2007

La banda sonora de la vida

He pensado a menudo que a la vida le falta una banda sonora. Quizá no le falte pero sería bonito que la tuviera. Imagínate ver una película sin nada de música. La experiencia sería cualitativamente distinta. El director añade música para dar el tono emocional a la historia que cuenta. Une las diferentes escenas en una totalidad emocional que ayuda llevar la película adelante hacia su fin. Aun sin música, buenos actores y un buen director podrían provocar emociones, como en el teatro, pero no con la misma intensidad. La verdad no sé qué tiene la música que hace que sea tan capaz de suscitar emociones y dar unidad a un conjunto de sucesos. A veces veo mi vida, el pasado y el presente y todo lo que he hecho y quisiera sentir su totalidad como se siente el arreglo de notas en una sinfonía.

Esto me hace pensar en un cuento de Borges (no recuerdo cual) en el que el narrador habla de todos los pasos que tomamos en la vida, por aquí por allá, arriba y abajo, y cuando vemos hacia a trás y por nuestro alrededor sólo vemos una confusión de huellas. Dice el narrador que aunque no podemos percibir algún orden en todo eso, desde el punto de vista divino el conjunto de todos los pasos constituye una totalidad inteligible. Todo se relaciona con lo demás y tiene sentido dice. Pero para Dios! Quisiera poder percibir o sentir esa totalidad yo. Puedo pensar ese conjunto en términos de las metas que me he propuesto y ver que se han cumplido, pero no es igual, no es suficiente.

Creo que esta sensación tiene que ver con lo que Kundera habla en La insoportable levedad del ser. El protagonista, Tomás, experimenta el ser como sumamente leve. Todo lo que hace, todas las decisiones que ha tomado en su vida, son resultado de su libertad. Entre las incontables posibilidades para el desarrollo de su vida escogió las que la configuran actualmente. Lo que le llevó a tomar tales o cuales decisiones no era algo eterno, transcendente, fijo, canónico, pesado, sino algo que se basaba únicamente en el capricho de su voluntad y por tanto siente su vida como insignificante, como leve, no atada a nada que le diera la sensación de pesadez. En buena medida siento lo mismo. Ojo, he tenido mucho placer, logros, amigos, etc en mi vida hasta ahora y la he disfrutado pero no puedo evitar esa sensación de su levedad, como Tomás. Eso es lo que es insoportable.

De alguna forma busco lo pesado. Mucha gente lo encuentra en la religión. Pienso en mi abuela. Para ella toda su vida tiene sentido porque la ha hecho caber cómodamente dentro de los contornos de la fe católica. Todo lo que ha hecho y lo que hace se desliza sin ruido alguno dentro de las ranuras de la cosmovisión cristiana. Por alguna razón me viene a la mente la imágen de dormir muy rico bajo la pesadez de muchas cobijas. Dormir ni siquiera con una sábana es muy incómodo, por lo menos para mi. Pero ¿dónde encontrar esas cobijas? ¿Es cuestión de escoger una religión? Sé que soy demasiado escéptico o sofisticado para eso. Veo con facilidad el papel psicológico y social que juega la relgión. Ya no la puedo ver o experimentar de forma literal o ingenua. Ya no puede ejercer su magia sobre mi. ¿Entonces qué? La levedad es insoportable y la pesadez psicológicamente insostenible.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por mera casualidad cayó ese libro en mis manos hace quizás cuatro años. Atravesaba por aquel entonces una profunda depresión que me llevó entre otras cosas a llevar tratamiento con antidepresivos. Creo que por algo me pasó.

Darin McNabb dijo...

¿Y cual te ayudó más, los antidepresivos o el libro? Me hace pensar en un libro que salió hace varios años que se llama algo así como "Más Platón y menos prozac".

Anónimo dijo...

como sabes que le ayudo? capáz que solo empeoró :)... capaz que ninguno planeaba ni se tomaba como ayuda.
Es como cuando uno lee schopenhauer, no puede uno pretender leerlo para que nos ayude, tal cosa nso debastaria.

Creo que te gusta Nietzsche, pues aquello que dice "para actuar es preciso estar ilusionado" viene mucho al caso, ahora le problema es saber si nuestra ilusión es la de no estar ilusionado o en verdad no estamos ilusionados.
Daniel.