viernes, 2 de noviembre de 2007

Amor, Internet, y Elección Racional

Todo el mundo dice que el amor llega cuando llega y cuando menos lo esperas. No puedes hacer nada para apurarlo. Sé que tienen razón pero no me gusta oírlo. Para algunas cosas soy impaciente. En estos últimos tres años y medio he aprendido vivir con mi soledad y aprovecharlo, pero extraño mucho la vida de pareja, compartir, convivir y aprender de otro hombre que esté a mi lado. Para que te hagas una idea de mi avanzada edad, la última vez que fui soltero no existía el internet! Jajaja, qué bárbaro! Voy conociendo gente a la antigua (en bares, la calle, eventos culturales, por amigos, etc) pero también ahora por internet, en esos sitios de encuentro donde puedes poner un perfil con tu foto. Todos los días me llega algún mensaje. Muchas veces la foto que acompaña el perfil del remitente muestra una parte del cuerpo que en la calle mantenemos cubierta. La intención es clara. Pero también de gente buscando el amor. He conocido a mucha gente así y he hecho algunos buenos amigos pero nada más. Eugenio me dice que no quiero enamorarme, que tras tantos pretendientes sin resultado alguno que la razón es clara, estoy contento como soltero. Y yo le digo que no!! Soy demasiado exigente me dice. Pues sí, uno no va a declarar el amor a cualqueira. Pero aún así empezaba a preguntarme si no tenía algún bloqueo mental a enamorarme, algún miedo o algo así. Y luego encontré algo muy interesante que quizá explique en alguna medida las dificultades de enamorarse en esta época del internet.

Uno de los dogma del racionalismo occidental consiste en la maximización de la utilidad. En la decisiones que tomamos hay que maximizar lo útil para nosotros. En mucha medida esto significa maximizar la libertad. Para hacer eso hay que maximizar el abanico de elecciones, de opciones que tenemos para elegir. Más elección = más libertad. Más libertad = más utilidad, más bien estar. Cuanto más opciones, más capaces seremos de vivir contentos. Pues resulta que esto no es cierto! Les pongo un ejemplo. Han hecho muchos estudios de la elección de consumidores. En un supermercado, por ejemplo, ponen una mesa con 5 variedades mermelada. La gente llega, prueba las diferentes variedades, y la mayoría compra una. Cuando ponen una mesa con 20 variedades la gente llega, empieza a probar, van de una en otro, se olvidan cómo sabía una de ellas, vuelve a probar, y así sucesivamente y a fin de cuentas se confunden y muy pocos compran una de las mermeladas. ¿Por qué? Barry Schwartz tiene un libro que se llama The Paradox of Choice (puedes ver un video de él hablando de esto aquí). Básicamente explica que cuanto más opciones tengamos más suben nuestras expectativas, somos más exigentes (Eugenio tiene razón). Nos preocupa elegir bien, elegir la mejor opción, y si no lo hacemos sentimos arrepentimiento y culpamos a nosotros mismos. Si viviera yo en un pueblito con tres posible pretendientes sería mucho más fácil elegir. Pero en nuestras sociedades modernas y especialmente con los miles y miles de perfiles y espacios en internet la toma de decisión se vuelve muchísimo más difícil. ¿Me quedo con él? ¿Que tal si el amor de mi vida está en la siguiente página? ¿Me explico? Que locura!! Me di cuenta que quizá este fenómeno me está afectando. ¿Será? Voy a tener que cultivar la virtud de la paciencia, borrar mis perfiles, y esperar a conocer el amor de mi vida en un elevador! El amor no se elige sino se padece.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

esa monogamia...
Daniel